Cuando las esperanzas de disfrutar de producciones comprometidas, sociales y/o políticas, dentro de nuestra cinematografía nacional (aunque no podemos olvidemos que toda imagen implica una decisión, que dejará fuera del cuadro una parte de la realidad), se iban difuminando poco a poco, ha surgido un valiente, Marcos Martínez Merino, que ha recogido el testigo de un cine, no sólo apasionante, sino también evidentemente necesario.
REMINE comienza como una película de ciencia ficción, prosigue como una de acción y finaliza como un drama social. Fotografiado con un gusto exquisito, el documental se adentra en lo más profundo de la materia, los pozos mineros asturianos, y de la mente humana, la desesperación de verse de la noche a la mañana de patitas en la calle, sin trabajo, sin ningún apoyo e insultado por haber defendido su pan de cada día.
Un oficio o una labor que, no debemos olvidar, se reconoce como un derecho, el deber el deber de trabajar y el derecho al trabajo, que aprobamos por mayoría en nuestra Constitución (artículo 35). Resulta lamentable y sospechoso que nuestra clase dirigente recuerde al detalle ciertos artículos y se olviden, todo el conjunto de nuestros políticos sin excepción, de este artículo 35.
REMINE plasma a la perfección la huelga de la minería asturiana en el verano de 2012. Cuando se cambió el discurso y “donde dije Diego, digo impuesto, y donde dije ayuda, digo excusa”, 4.000 mineros se declararon en huelga indefinida contra los recortes aprobados por el Gobierno español.
Carreteras cortadas al tráfico por los mineros con barricadas de madera, hierro y fuego; sus esposas y compañeras, las Mujeres del Carbón, con sus movilizaciones pacíficas y otro grupo de trabajadores con su Marcha Negra hasta Madrid intentaron, cada uno dentro de sus posibilidades, hacer frente a unas decisiones que consideraban injustas.
Frente a una población paralizada por una continua campaña de terror económico, mensajes catastróficos y amenazas financieras, incomprensibles para la mayoría de los ciudadanos, el movimiento minero se convirtió en la única y exclusiva voz disonante, en ese momento social y político crucial.
REMINE se disfruta, al mismo tiempo, con el corazón encogido y la alegría de ver la dignidad y entereza de unos hombres y mujeres que, aún creen que el diálogo es cosa de dos y no de uno, lanzan verdades como puños y sueñan que algún día llegaremos a entendernos. Y no duda en reflexionar si todos los medios son buenos para llegar a un buen fin.
El documental ha recibido tantos galardones y menciones en festivales nacionales e internacionales que sería imposible nombrarlos todos. La buena noticia es que hoy se estrena en 11 ciudades españolas. Cada uno lucha como pueda. Una manera puede ser la mirada y ver REMINE también es un acto político. Nunca es tarde para comenzar a defenderse.
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